El movimiento en la primera infancia: como guiarlo desde casa
Cuando hablamos de movimiento libre nos referimos al hecho de dejar que el niño o niña se mueva libremente sin que el adulto intervenga.
Este movimiento surge de manera autónoma y espontánea, ya que, aunque parezca una obviedad, en ocasiones conviene recordar que cuando se deja al párvulo, se mueve. No se trata de un método en sí, es lo que haría cualquier pequeño cuando se le proporcionan unas condiciones óptimas.
Este desarrollo motriz no lo podemos desvincular del resto de desarrollos que tiene que experimentar a nivel integral, pues se influyen entre sí y todo es importante. Lo que realmente importa es la secuencia, la evolución y la calidad del movimiento, el cómo estimula, más que la cantidad.
Es necesario que los adultos cambiemos la mirada y nos acostumbremos más a observar lo que hacen, y no lo que no hacen. Cada niño y niña tiene su normalidad. Si lo queremos comparar, debemos hacerlo con el/ella mismo/a y no con los demás.
Conviene que los adultos cambiemos la mirada y nos acostumbremos más a ver lo que hacen, y no lo que no hacen.
EMMI PIKLER
La pionera y máximo referente de la teoría del movimiento libre es Emmi Pikler. Como pediatra, estudió principalmente en Viena influenciada por sus profesores, quienes decían que una buena pediatra debe poder examinar a un párvulo sin que este/a llore.
En un contexto en el que Centroeuropa vivía una revolución a nivel pedagógico, de salud, de arte, de organización social…. Pikler empezará a plantear como se desarrollarían los más pequeños si los estimulásemos de otra forma. Ejercía de pediatra en una consulta privada pero era ella la que iba a casa de los niños y niñas para observar cómo se desarrollaban en su entorno. Allí llevaba a cabo un acompañamiento y asesoramiento a las familias.
Pikler proponía que no sólo debíamos prevenir enfermedades sino que era necesario también proveer a los más pequeños de un entorno saludable. Gracias a su hija, pudo observar que sin una intervención directa todo era positivo. Si desde la pequeña infancia tenían libertad de movimiento y dominaban su cuerpo, tenían menos accidentes.
Posteriormente se encargó de la dirección del Instituto metodológico de Educación y Cuidados de la primera infancia (Instituto Liczy) de Budapest, donde tuvo la oportunidad de observar y realizar estudios a centenares de párvulos, acompañados y atendidos con sus creencias sobre el desarrollo del movimiento, la autonomía y un vínculo seguro con la persona adulta.
LAS CONDICIONES PARA UN DESARROLLO MOTRIZ ARMÓNICO
Para que este desarrollo motriz se lleve a cabo de forma armónica y natural, tienen que darse unas condiciones que también Emmi Pikler consideraba importantes:
- Nuestro acompañamiento y el tiempo: Es necesario que las personas adultas estemos en el suelo, cerca del niño o niña, estando presentes para que se sienta importante y adquiera seguridad. Ayudándoles a conseguir la seguridad con un vínculo sólido de apego con la persona referente, de forma que puedan llevar a cabo su cometido: conocer el propio cuerpo… Al mismo tiempo, debemos dejar que los niños y niñas pasen el tiempo necesario en cada postura para poder avanzar a la siguiente con más seguridad. Se requiere que respetemos cada etapa y dejemos la idea de prepararlos para la siguiente.
- El espacio y los objetos: el párvulo necesita un suelo firme y amplio. Debemos intentar que este espacio sea lo más seguro posible. Un espacio seguro es aquel en el que si la persona referente se quedase fuera, sin poder entrar en la clase, no le pasaría nada al alumnado: habrá pequeños accidentes pero no grandes. Los objetos se deben adaptar en calidad y cantidad a su curiosidad, ya que esto les motiva a moverse y favorece la manipulación, pero sin caer en una sobreestimulación.
- La ropa y los zapatos: debemos procurar que aquello que los párvulos llevan en su cuerpo les permitan moverse, levantar las rodillas tanto como quieran, separarlas, que no se adhiera por debajo de su cuerpo, etc. Sería recomendable que los más pequeños no llevarán zapatos hasta el momento que caminen por la calle, tan sólo como un elemento de seguridad para prevenir posibles lesiones. Tener los pies descalzos les ofrece un mejor apoyo y evita que resbalen. Durante la pequeña infancia, pueden percibir gran parte de la información sensorial a través de sus pies.
CÓMO FOMENTAR EL MOVIMIENTO EN CASA
Las preguntas que se nos presentan, a continuación, son: ¿Cómo podemos fomentar este movimiento en casa? ¿Qué podemos ofrecer a los más pequeños en las diferentes etapas del desarrollo motriz?
En la primera etapa en la que se encontrará el recién nacido partirá de la posición boca arriba (a partir de ahora, posición inicial) esta le permite que su musculatura y articulaciones estén más relajadas, sin tensiones. En este momento será necesario que ofrezcamos una base de apoyo rígida y firme como es el suelo (podemos aislarlo con una alfombra de goma, por ejemplo, si nos preocupa que pueda tener frío, aunque debemos tener en cuenta que la temperatura corporal de los más pequeños es diferente a la de los adultos.
Con el transcurso de los primeros meses empezará a descubrir sus extremidades: manos y piernas. Y atención, es importante no aportar ningún elemento para que lo explore, ya que lo que necesita explorar es su propio cuerpo, sin interferencias.
Cuando el párvulo empiece a mostrar interés por los estímulos que pasan cerca y gire la cabeza hacia ese ruido que ha escuchado, esa sombra que ha visto… podremos empezar a ofrecer elementos que pueda coger cómodamente por su ergonomía y que no salga rodando, como, por ejemplo, un pañuelo levantado del plano horizontal (en forma de pirámide), una pelota Pikler o Montessori…
Poco a poco, iremos introduciendo objetos, intentando siempre mostrar un abanico lo más generoso posible de variedades sensoriales que le aporten nuevos descubrimientos.
A medida que el párvulo muestre más interés por los estímulos más cercanos, podremos introducir nuevos conjuntos de recursos lo más variados posibles en estimulación sensorial, que le aporte nuevos descubrimientos.
Es debido a este interés por los obstáculos que le rodean que el neonato acabará aprendiendo a girarse y llegará a ponerse boca abajo. Momento en el que, además de continuar explorando los objetos desde una nueva perspectiva, podremos incorporar otros elementos que rueden, teniendo siempre presente que no salgan propulsados si se le caen: las botellas sensoriales son un buen recurso. Solo será necesario disponer de unas botellas de plástico vacías (adecuadas a la proporción del párvulo) y un poco de imaginación para llenarlas con diversos materiales como agua, colorante, purpurina, pompones, pajitas cortadas, cascabeles, botones, piedras, etc. Las que pesen un poco, como las que se llenan de agua no se alejarán mucho si se las empuja.
En el momento en el que el niño o niña ya se arrastra o repta, podemos también imitar estructuras que encontramos en el mercado de forma cotidiana, siempre que lo hagamos con seguridad, apoyando los elementos y protegiéndolos. Podemos hacer nuestro propio laberinto Pikler con unas sillas en fila, inclinadas a la pared, o bien, con la mesa del comedor.
Después de que el párvulo adopte la postura de cuatro puntos de apoyo y gatee, es interesante que los objetos que le ofrezcamos los vayamos repartiendo por todo el espacio y en diferentes alturas, para motivar el desplazamiento y la posterior bipedestación.
Desde esta nueva postura podrá llegar a otra: sentarse. Es una meta importante, dado que le permite hacer una mayor exploración y manipulación de los objetos, ya que tiene las manos libres.
Los y las más pequeñas deben alcanzar cada postura a su ritmo, sin que la persona adulta se avance. Cada cual tiene su propia normalidad.
Es necesario que las personas adultas tengan muy presente que, una vez más, deben llegar aquí de forma autónoma y que no le avancemos la postura con nuestras interpretaciones desde el mundo adulto. Al niño o niña que sentamos le provocamos cargas y tensiones musculares, una alteración en forma de C de su columna y dificultades respiratorias. Tampoco tendrá las manos libres para poder experimentar y explorar, ya que las necesitará para apoyarse y no perder el equilibrio.
Serán seguramente los más pequeños los que nos reclamen para que les ayudemos a manipular objetos, a no caer o salir de cualquier posición. Si los hemos sentado, algunos encontrarán otra manera de desplazarse como es el culear, movidos por el deseo de coger algo.
En el momento en el que los párvulos se verticalicen, será importante que puedan encontrar mobiliario en el que apoyarse y ponerse de pie, como es un puf de mimbre, un sofá, una caja llena de libros para que tenga peso y no resbale… Veremos en primera instancia que la marcha que iniciará será lateral. Esta es muy importante para su desarrollo y para adquirir estrategias que necesitará en su futuro para desarrollar la marcha convencional con seguridad y confianza. Es por este motivo que es de suma importancia que no les cojamos de las manos y les forcemos a andar, dado que desestabilizaremos su punto de equilibrio y nos estaremos saltando un aspecto básico e importante. Cuando los párvulos se sienten preparados y empiecen a dar pasos, es necesario que puedan hacer paradas según sus cadencias y es por eso por lo que, igual que pasaba con los objetos, también deben encontrar puntos de apoyo repartidos por el espacio.
Otros elementos que podemos ofrecer para el juego motriz de los párvulos son los túneles y escondites que podemos construir con elementos tan variados como cajas de cartón, sillas, mesas, telas, cambiando mobiliario de sitio…
Después de que el párvulo domine la marcha, sus retos y necesidades de movimientos continuaran existiendo, dado que querrá correr, escalar, saltar, hacer pruebas con su equilibrio… En estas ocasiones será necesario contar con ingenio y ofrecer estructuras en las que sea posible que lo lleve a cabo sin peligro. No dejaremos que suban por los muebles del comedor o cajoneras de las habitaciones, pero podemos dar alternativas como son el puf de mimbre, una caja de cartón llena de libros, cajas de plástico de la fruta y verdura…
¿QUÉ PODEMOS HACER SI YA NOS HEMOS SALTADO UNA ETAPA?
Lo prioritario es el bienestar de los párvulos y no tenemos que fomentar situaciones de angustia. Teniendo en cuenta esta premisa, es interesante que puedan experimentar la alegría de descubrir el placer de moverse de forma autónoma y disfrutar de todas las posturas. Lo que conviene hacer es poner al párvulo en la posición inicial para que pueda hacer el recorrido de movimiento hasta llegar a la postura deseada autónomamente. Si llora, no debemos acompañar la postura para completarla, sino, que la forma de tranquilizarle será llevando su cabecita a nuestro hombro, aportándole la seguridad de que estamos a su lado y, cuando se haya relajado, podremos volver a probar.
Debemos tener presente también que toda esta práctica y el respeto al ritmo de cada cual nos será más sencillo si nos acostumbramos a observarlos, conocerlos y a saber en qué momento se encuentran, cómo son, qué necesitan, qué les gusta…
Pensamos que todo el proceso motriz es una gran oportunidad para aprender y nosotros, como personas adultas, somos los y las responsables de ofrecer la oportunidad de llevar a cabo el movimiento, siendo toda su actividad y su lenguaje.
Laura Martínez Peña i Núria Cebrián Gómez
Educadoras de la LLIM Els Fesolets de Malgrat de Mar
BIBLIOGRAFIA: PIKLER, E. (2012) : Moverse en libertad. Desarrollo de una motricidad global. Madrid. Editorial Narcea FALK, J. (2016) : La conquesta de l’autonomia. Barcelona. ESTREMERA, L. (2018) : Ser niños acompañados. Editorial Universo de Letras. GEDDES, H. (2010): El apego en el aula. Relación entre las primeras experiencias infantiles, el bienestar emocional y el rendimiento escolar. Barcelona. Editorial Graó.